No sé si a ustedes les ha pasado, pero cuando me preguntan qué hago y digo que trabajo en marketing, la reacción inmediata es, “Ah ok, ¿pero qué haces?” A veces es difícil explicar un trabajo como este, sobre todo cuando las prácticas han cambiado de manera tan radical de unos 10 años para acá.
Atrás quedó la época en que, para vender digamos una lavadora, las empresas y las marcas se conformaban con una imagen impresa en la revista de moda entre las amas de casa, un comercial durante la telenovela en el horario estelar o un anuncio en la radio con jingle pegajoso o con alguna promoción.
Como decía Juan Carlos Tapia (Publicis) en algún momento de su visita a Mishtech, “eso estaba muy fácil”: se compraba tiempo o espacio y mientras más repeticiones, mejor. Actualmente existen tantos canales y tantas posibilidades que eso nos ha empujado como agencias, queramos o no, a innovar.
En este caso, innovar no sólo se trata de hacer las cosas diferente, sino de hacer cosas diferentes. Y todo parte de una IDEA. Así con mayúsculas. Pero la idea no viene sola. Para crear esa idea, se necesita conocer al cliente, pero sobre todo a la audiencia: quiénes son, qué quieren, qué sienten, qué los mueve y hasta qué les preocupa. Básicamente hay que ENTENDER que son PERSONAS, no sólo entes que compran cosas.
De ahí hay que saber contar una buena historia. No se trata sólo de vender, a la gente no le gusta eso. Debemos contar historias con las que las personas puede identificarse, que exista un hilo conductor entre una pieza publicitaria y la otra. No pensemos en historias estilo, “había una vez”, sino en historias bien pensadas, creativas, memorables y que no dejen ningún elemento al azar. Cada una implica contenido y diseño que van de la mano para cautivar a una audiencia que ya de por sí está saturada de otras historias.
Y eso es sólo lo que hay que considerar para captar la atención. La segunda fase es hacer que la audiencia se involucre y responda, vamos el famoso engagement. Ya no basta sólo con hacer que volteen, ahora necesitamos motivar a las personas a que “hablen”, a que compartan y a que recomienden. Existen diferentes modos de hacerlo, pero de eso platicaremos en otra ocasión.
La pregunta es entonces ¿qué hacemos como agencia para llegar a este punto de atención, motivación e engagement? Necesitamos talento y recursos, eso es innegable. Y no sólo hablamos de dinero o de tecnología. ¿Qué es lo que requerimos para convertirnos en una “agencia del futuro”? ¿Qué prácticas debemos llevar a cabo para ser exitosos en un ambiente por demás lleno de mensajes? No es una tarea fácil, pero es ahí donde radica la belleza de las ideas y de la creatividad. Como bien decía Tapia, “los grandes problemas tienen grandes soluciones”.
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